El fin de una paradoja energética

El cese del flujo de gas ruso a Europa a través de Ucrania, tras la expiración de un acuerdo de tránsito el 31 de diciembre de 2023, marca un hito en la guerra. Esta decisión, aunque compleja, representa el fin de una paradoja: durante la invasión, Rusia continuaba obteniendo ingresos multimillonarios a través del tránsito de gas por territorio ucraniano.

El impacto en Rusia

Para Rusia, la pérdida de estos ingresos – estimados en hasta 6.500 millones de dólares anuales – es un golpe significativo. Este dinero financiaba, en gran parte, la maquinaria bélica. La interrupción de este flujo dificulta aún más los esfuerzos de Moscú para sostener el conflicto a largo plazo, especialmente con las sanciones internacionales y la disminución de sus exportaciones energéticas.

Las repercusiones en Ucrania

Ucrania, al tomar esta medida, busca debilitar la economía rusa y limitar su capacidad bélica. Sin embargo, la decisión también conlleva riesgos, incluyendo posibles represalias sobre su infraestructura energética. Además, Ucrania deja de percibir los entre 800 y 1000 millones de dólares anuales que recibía en tarifas de tránsito del gas.

El panorama europeo

Para Europa, el impacto directo del cierre del gasoducto, que en 2023 representaba solo el 5% del suministro total, es a priori limitado gracias a las medidas de diversificación energética llevadas a cabo por la mayoría de los países. Sin embargo, países con alta dependencia del gas ruso, como Moldavia, Hungría y Eslovaquia, enfrentan desafíos significativos en su suministro de energía.

Un cambio de paradigma

El cierre del gasoducto representa un cambio crucial en la dinámica energética europea y en la estrategia de Ucrania para debilitar a Rusia. Se trata de una jugada estratégica con consecuencias a largo plazo, que podría afectar tanto a la economía rusa como al suministro de energía en algunos países europeos. La decisión subraya la complejidad del conflicto y la interconexión de la energía con la geopolítica.

Conclusión

El fin del tránsito de gas ruso a través de Ucrania marca un punto de inflexión en la guerra. Si bien el impacto inmediato en Europa parece manejable, la medida tiene profundas implicaciones económicas y geopolíticas, debilitando a Rusia financieramente mientras Ucrania enfrenta riesgos a su infraestructura energética.