Un dato escalofriante en Japón

Más allá del preocupante número de ancianos que fallecen solos en Japón, existe una realidad aún más desgarradora: el creciente número de muertes a manos de sus propios familiares. La combinación de una crisis de envejecimiento, el impacto de la pandemia y las particularidades culturales del país han generado un escenario trágico, conocido como "Care Killing".

El drama de los "Care Killings"

Entre 2011 y 2021, se registraron 443 muertes en 437 casos de asesinato o suicidio relacionados con la extenuante carga de ser cuidador. Este fenómeno ha ido en aumento, exacerbado por el aislamiento durante la pandemia. Un estudio revela que, en promedio, cada ocho días un adulto mayor era asesinado por un familiar que actuaba como su cuidador; generalmente cónyuges o hijos adultos.

Las causas detrás de la tragedia

El peso emocional, físico y económico de cuidar a un ser querido enfermo, especialmente en aislamiento, es un factor determinante. Muchos cuidadores son personas mayores que, enfrentando su propio declive, se sienten atrapados sin esperanza. La falta de apoyo externo y los conflictos familiares existentes agravan esta desesperación.

Casos que conmocionan

Diversos casos ilustran esta terrible situación. Desde hombres que acabaron con la vida de sus esposas enfermas hasta abandonos que terminaron en muertes por exposición al frío, las historias reflejan el límite al que llega la fatiga del cuidador. La pandemia profundizó la problemática, al cortar las redes de apoyo comunitarias y presionar al sistema de salud.

La respuesta gubernamental e insuficiente

Si bien el gobierno ha implementado políticas y sistemas de seguro para el cuidado a largo plazo, estos esfuerzos son insuficientes para atender la creciente demanda de una sociedad que envejece rápidamente. El alto costo de las instalaciones de cuidado dificulta el acceso para muchas familias, obligándolas a asumir roles de cuidadores sin la preparación adecuada. La falta de personal profesional, debido a bajos salarios y el estigma de la profesión, agrava la situación.

El peso de la cultura y la tradición

La cultura japonesa, al igual que muchas culturas asiáticas, considera el cuidado de los padres ancianos como un deber moral. Esta expectativa cultural, combinada con el aislamiento y la falta de apoyo, deja a los cuidadores atrapados en un ciclo de agotamiento físico y emocional. El cuidado de largo plazo no solo agota físicamente, sino que también los aísla socialmente, generando depresión en un porcentaje significativo de ellos.

Un futuro incierto

El fenómeno de los "care killings" pone de manifiesto una crisis estructural y cultural en Japón, donde el envejecimiento acelerado, el aislamiento social y la falta de apoyo profesional empujan a los cuidadores al límite. Si no se implementan soluciones a largo plazo, como la mejora de las condiciones laborales y la apertura a la inmigración, estas tragedias seguirán en aumento.

Fuente: Xataka