"Año nuevo, vida nueva". Una frase que, a menudo, va seguida de las típicas resoluciones de Año Nuevo. El 1 de enero se convierte en el día elegido para implementar cambios de vida, con objetivos que van desde lo viral hasta metas de bienestar personal y social.

Sin embargo, enero suele ser testigo de fracasos. Muchos abandonan sus propósitos, ocultando a menudo las historias de éxito de quienes sí logran implementar sus cambios.

¿Merecen la pena las resoluciones de Año Nuevo?

La pregunta sobre la utilidad de esta tradición anual surge con frecuencia. Algunos críticos argumentan que no, debido a varias razones. Para empezar, el 1 de enero es un día cualquiera, rodeado de celebraciones y eventos sociales que pueden dificultar el cumplimiento de metas como mejorar la dieta, reducir el consumo de alcohol o dejar de fumar. El frío invierno tampoco es un aliado para quienes buscan ponerse en forma, y los gastos navideños pueden ser un obstáculo para quienes buscan ahorrar.

Cualquier fecha puede ser adecuada si la voluntad es fuerte, pero la realidad es que la motivación no siempre lo es. Considera alternativas: tu cumpleaños, el inicio de curso o la primavera son opciones. Incluso, varios intentos a lo largo del año podrían ser más efectivos.

La frustración como barrera

Otro problema radica en la alta tasa de fracaso. Se estima que solo entre el 10% y el 20% de las resoluciones de Año Nuevo se cumplen. Una tercera parte de los propósitos fallan incluso a mediados de enero. Esto se debe, en parte, a que la euforia inicial no perdura y las personas tienden a ignorar su situación actual al tomar decisiones sobre cómo se sentirán en el futuro. Las promesas de cambios drásticos (como dejar de comer en exceso) son fáciles de hacer tras una comida copiosa, pero mucho más difíciles de mantener en la vida cotidiana.

Cambio de estrategia: metas realistas y acción

No se trata de renunciar al cambio, sino de cambiar la estrategia. En lugar de propósitos de Año Nuevo, enfoquémonos en metas realistas y acciones concretas. La clave reside en conocer nuestras metas y qué se necesita para lograrlas. Es más saludable enfocar el cambio como una evolución que como un rechazo de lo que era antes. La psicóloga Audrey Tang enfatiza la importancia de saber por qué el cambio es importante para nosotros mismos, realizando pequeñas acciones diarias para fortalecer nuestras intenciones.

Cambios graduales y un plan establecido, junto con la participación de nuestro entorno (complicidad de amigos o compañeros de entrenamiento), aumentan las posibilidades de éxito. La gratitud por lo que ya tenemos también puede facilitar el proceso.

Independientemente del enfoque, un plan con cambios graduales y el apoyo de nuestro entorno son cruciales. Construir hábitos poco a poco resulta más efectivo que cambios bruscos.

Fuente: Xataka