El consumo global de vino se desploma a mínimos de 60 años, alcanzando cifras que no se veían desde principios de la década de 1960. Este descenso, que se extiende por tercer año consecutivo, plantea una amenaza significativa para la industria vitivinícola mundial.
Un caso excepcional: España
Sin embargo, en medio de este panorama sombrío, España emerge como una excepción notable. Mientras la mayoría de los países experimentan una drástica reducción en el consumo, España registra un ligero aumento, desafiando la tendencia global. Este crecimiento, aunque modesto, representa un rayo de esperanza para el sector en un contexto internacional adverso.
Cambios en los hábitos de consumo
El declive del consumo mundial no se debe a una disminución generalizada del interés por el vino, sino a una transformación en los patrones de consumo. Se observa una tendencia hacia un consumo más moderado, con mayor selectividad en la elección de vinos y una creciente demanda de opciones sin alcohol. La presión social para evitar el exceso también juega un papel importante en este cambio.
Las nuevas generaciones muestran hábitos diferentes a los de sus padres y abuelos, donde el vino era un acompañamiento cotidiano a las comidas. Este cambio en los hábitos de consumo de los jóvenes es un factor clave a considerar para el futuro de la industria.
El auge del vino premium
Aunque el consumo global disminuye en volumen, el interés por los vinos de alta calidad se mantiene. Se observa una migración hacia vinos más selectos, con un aumento en el valor del consumo a pesar de la reducción en cantidad. Este es un dato relevante, ya que indica una demanda persistente por parte de los consumidores que buscan calidad y experiencia, más allá del consumo masivo.
El desafío para la industria
La industria vitivinícola española, a pesar de su relativa resistencia, enfrenta también desafíos importantes. El modelo tradicional, basado en el volumen, la tradición y la hostelería, requiere una adaptación a las nuevas tendencias. Conquistar al consumidor joven, que consume de forma diferente y en menor cantidad, será crucial para asegurar la sostenibilidad a largo plazo.
La adaptación a las nuevas preferencias del consumidor, incluyendo la creciente demanda de vinos sin alcohol y la evolución de los canales de distribución, será fundamental para la supervivencia de la industria vitivinícola en un mercado cada vez más competitivo y cambiante.
Fuente: Xataka